“El control sin confianza no es eficiente”. El enfoque de Spaemann sobre la confianza organizativa

Vuelvo de nuevo sobre el decisivo tema  de la confianza organizacional, ahora de la mano del filósofo Robert Spaemann (Berlín, 1927), considerado primera figura internacional en temas éticos.

Conservo el texto de la conferencia que, precisamente con el título Confianza, pronunció en Madrid el 19 de mayo de 2005, organizada por el Instituto Empresa y Humanismo (para leerla completa, pinchar aquí) y quiero recuperar aquí algunas de sus ideas principales. Repasándolas ahora, después de trabajar el modelo de Mayer, Davis y Schoorman, me ha parecido que pueden ayudar mucho a profundizar en el tema.

Diez proposiciones sobre la confianza

Resumo dichas ideas de manera muy esquemática, estructurándolas en diez proposiciones. Recomiendo, de todas maneras, leer el texto completo de Spaemann, aunque solo sea para disfrutar de los deliciosos ejemplos que utiliza.

1. Dependemos de la cooperación con otros, pero el control que se puede ejercer sobre las personas es limitado. La voluntad de ser continuamente dueño del espacio de cooperación es, además, extremadamente negativa para la eficacia de dicha cooperación: los costos de transacción resultan demasiado altos. En definitiva, el control sin confianza no es eficiente.

2. La confianza, alabada o no, es por principio inevitable. Si queremos vivir debemos renunciar al deseo de ser dueños de la situación: tenemos que confiar en los demás.  Confiar en alguien es abandonarse a alguien; abandonarse es lo contrario de quedarse consigo mismo.La confianza no es un invento; los psicólogos hablan de una confianza originaria del hombre, sin la cual no es posible una vida sana, y que tiene su fundamento en la confianza del niño pequeño en su madre. No es la confianza lo que se aprende, es la desconfianza.

3.  No hay regla general sobre cómo surge la impresión de confianza. Entre otras cosas, depende de la persona en la cual otro despierta confianza. Además es siempre también una cuestión de medida: probablemente no haya ningún hombre que no merezca cierta confianza y hay probablemente muy pocos hombres absolutamente dignos de confianza desde cualquier punto de vista.

4. Pese a su inmensa importancia social, económica y política, la confianza es un fenómeno elemental y puramente personal. Siendo un bien escaso en la actualidad, a nivel general no se puede planificar ni producir. Lo que no significa que no se pueda recuperar si, con actuaciones personales decididas, se eliminan ciertas causas que han contribuido al debilitamiento social de la confianza. Pero se impone la suposición de que solo podrá ser restablecida por individuos sobresalientes.

5. La confianza es un acto humano que referimos a personas, a seres libres; la confianza en las cosas es solo una metáfora. La confianza siempre es un polo  dentro de una interacción entre seres humanos que libremente pueden actuar de un modo o de otro. Hacemos digno de confianza al hombre que sabemos que ha convertido en hábito mirar por los intereses de los demás, reconociéndolo como bueno y deseable, es decir, como virtuoso. Esta virtud capacita a alguien para fiarse de sí mismo, lo que justifica también la confianza que otros puedan tener en él.

6. La confianza es una prestación adelantada. Confiar significa hacerse vulnerable. La confianza surte efecto en la persona a la que se dispensa, y favorece el hecho de que sea digno de confianza. Una gran confianza obliga y motiva a aquel al que se le dispensa a mostrarse digno de ella y a justificarla a posteriori.

La confianza no puede mostrarse de otra forma que haciéndose vulnerable el que confía; él se entrega voluntariamente a una situación de debilidad, aunque tal vez surja de ella una situación de fuerza. El que ama siempre se halla en una situación de debilidad, y el que ama está dispuesto a dispensar una porción de confianza no justificable objetivamente o a través de la experiencia. Aunque esto no se pueda aplicar a todas las relaciones de confianza…

7. Aplicación a la autoconfianza. La capacidad de establecer una distancia interior frente a sí mismo  posibilita la autoconfianza. A pesar de que la confianza implica la relación de entre al menos dos personas, podemos comportarnos frente a nosotros mismos como frente a una segunda persona. Podemos ponderar si en un caso concreto preferimos confiar en nosotros mismos o no. Y esto no es solamente válido para la confianza en la competencia, sino incluso para la confianza en la integridad moral. Un hombre razonable no se considerará como el hombre más fidedigno del mundo.

8. La confianza es de la máxima importancia para la dirección de una  empresa, pero su naturaleza es diferente. La confianza en la empresa es una confianza personal que se distingue, empero, de la confianza entre amigos o cónyuges, porque los participantes, en el caso de la empresa, no exponen toda su existencia a la vulnerabilidad, sino solo una parte de sí mismos. Cada uno actúa por así decir como sociedad personal de responsabilidad limitada.

Esto modifica también la naturaleza de la confianza. Aquí la confianza no es una convicción elemental inmediata, sino un instrumento conscientemente producido para el éxito empresarial. Se podría decir que se instrumentaliza de modo poco correcto la disposición humanitaria, y eso es a menudo el caso.

Más la confianza de la que se vive en una empresa, puesto que es una confianza personal, tiene que tener siempre una cierta sobreabundancia sobre el interés empresarial, justo si quiere ser comercialmente ventajosa. Solo puede cumplir con su función instrumental si, hasta cierto punto, va más allá de esta función.

9. Razones para abrir espacio a la confianza en la empresa. Ningún sistema contractual puede prescindir de ciertos presupuestos tácitos. Sin una elemental confianza no hay posible cooperación. El que no se atreve a entregar esa prestación previa que supone la confianza se priva a sí mismo de la posibilidad de una relación flexible con otros.

La confianza ahorra tiempo y con ello también dinero; aseguramientos, controles, comprobaciones, cuestan dinero. La confianza fomenta la transferencia del saber. La confianza vincula a los colaboradores y fomenta la motivación intrínseca. La confianza da el éxito a la dirección, al permitir la introducción permanente de innovaciones y cambios de las rutinas; la aceptación de los cambios y de los fallos de la dirección depende de la confianza.

10. ¿Quién merece confianza? No hay confianza  -ni su restitución- sin el núcleo que la constituye: hacerse realmente vulnerable. Ello no significa vulnerabilidad total y, además, se desarrolla en forma gradual y abierta a la experiencia. Pero el límite de la vulnerabilidad que cada uno pone es ciertamente el límite de la confianza. Ese límite no se puede determinar de una vez para siempre; depende en último término de la naturaleza y de la propia cosmovisión. Y eso depende también de si uno cree en un gobierno divino del mundo, según el cual, pase lo que pase, para los que aman a Dios todo coopera para el bien. El que es capaz de pensar así es feliz; para él, es la desconfianza la que precisa justificación, antes que la confianza.

El que confía se arriesga a fracasar. Sólo puede confiar aquel que está dispuesto a aceptar el fracaso. Lo mismo es válido para el merecimiento de la confianza: sólo es digno de confianza aquel que está dispuesto a aceptar una derrota. La disposición a pagar cualquier precio por algo, vuelve indigno de confianza a la persona. Sólo se puede confiar en aquel que está dispuesto a mucho, pero no a todo.

La disponibilidad a la confianza es rentable, pero incluye la disponibilidad a aceptar un desengaño. El que experimente esto se acordará de la frase de La Rochefoucauld: Es más honroso ser defraudado por sus amigos que desconfiar de ellos.

Por la transcripción,

Jaime Urcelay

 

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