La reflexión sobre las experiencias de cambio en las organizaciones llevó durante las últimas décadas a la cristalización de una doctrina sobre lo que conocemos como gestión del cambio. Un arte o disciplina en general bastante reconocible y aplicable.
Una de las prioridades en las agendas corresponde ahora a la transformación digital, lo que está provocando que hablemos mucho, quizá más que nunca, de metodologías de gestión del cambio. De su importancia… y de su dificultad.
Es oportuno, por tanto, que nos preguntemos hasta qué punto los modelos y criterios que hemos venido manejando hasta ahora para los procesos de cambio siguen siendo válidos en el nuevo contexto de la disrupción digital.
De la informática a la transformación digital: qué es lo nuevo
Una respuesta a fondo sobre las nuevas implicaciones de la transformación digital sobre la gestión del cambio, obligaría a comprender bien la evolución Informática – IT – IS – Digital y las diferencias en el impacto en las organizaciones de cada una de estas oleadas tecnológicas.
Pero dejando ahora a un lado ese punto, la caracterización de esta cuarta revolución industrial es bien conocida: carácter sistémico (ecológico, como alguien escribía recientemente), continuidad, altísima velocidad, centralidad del aprendizaje…
En definitiva, asistimos a una radicalización de los atributos que ya venían reconociéndose en buena parte de los cambios más importantes en las organizaciones, permitiendo, ya desde hace algunos años, hablar más de transformación global que de cambio propiamente dicho.
Siete reglas de la nueva gestión del cambio
En este contexto, ¿cómo queda lo que sabíamos sobre gestión del cambio y qué debemos añadir? Tratando de sintetizar mucho, estas podrían ser sus siete reglas principales:
1. Es necesaria una visión global del cambio que tenga en cuenta, de forma coherente, todas las interdependencias: estrategia, cultura, personas, organización, competencias, sistemas y procesos…
2. La gestión del cambio es, más que nunca, un desafío de cambio de mentalidades y comportamientos personales.
3. En ese cambio de actitudes y conductas son fundamentales los procesos de influencia a través de un liderazgo renovado, en el que la ejemplaridad y la comunicación son básicos.
4. Tienen más posibilidades de éxito las iniciativas de cambio que involucran a las personas, de cualquier nivel de la organización, en todo el proceso, generando sentimiento de propiedad de las nuevas soluciones.
5. El cambio es un viaje y, pese a su aceleración y volatilidad, responde a una secuencia estratégica que hay que respetar, por ser coherente con su radical sentido humano. No es un juego de azar.
6. La formación en las competencias digitales y en las nuevas habilidades necesarias es una palanca decisiva.
7. La transformación digital implica una forma radicalmente distinta de operar. Impulsa un rediseño organizativo e, incluso, un diferente concepto del trabajo, que debe ser gestionado.
Jaime Urcelay